junio 06, 2012

MÁS ALLÁ DEL DOS DE OCTUBRE...

María  Elena Reynaldos-Estrada   

"Lo que pasó es que nos estábamos
asfixiando en el “islote intocado”
Luis Gonzáles de Alba
(Dirigente del Movimiento Estudiantil)

Quienes nacimos a la mitad exacta del siglo pasado (o un poco antes o un poco después) andamos hoy por nuestra sexta década de vida (¡un poco antes o un poco después!)... y -¡lo juro!- los que seguimos vivos, podemos atestiguar que el México de antes del ’68 era totalmente diferente a nuestro país actual. Podemos dar fe, sobre todo, de que los jóvenes de aquellos tiempos éramos totalmente diferentes a los de hoy. Ni mejores, ni peores, sólo diferentes, por una simple y sencilla razón: nuestras circunstancias personales y sociales eran otras.

El Movimiento Estudiantil de 1968 en México y los movimientos de protesta juvenil que se gestaron, prácticamente al unísono,en más de 50 países alrededor del mundo tuvieron, con diferentes expresiones y matices, un motivo idéntico: sacudir la rigidez y el autoritarismo que imperaban en todas las esferas de la vida privada y pública: la familia, la escuela, la política, incluso la religión. Hasta en aspectos que históricamente se habían visto como “naturales” los jóvenes empezábamos a percibir cada vez con mayor fuerza el poder arbitrario de los adultos; en la moda por ejemplo usábamos ropa muy parecida a la de nuestras madres y nuestros padres, si acaso con colores ‘más juveniles’ (es decir ‘menos oscuros’) y hasta la ropa interior la comprábamos bajo la supervisión de “los jefes”.

Si en esos asuntos de la vida cotidiana nuestra voz no contaba, en otros de importancia social ¡de plano no existíamos! Hasta 1968 la mayoría de edad se alcanzaba a los 21 años, es decir que a los jóvenes NO se nos consideraba ciudadanos, en consecuencia no gozábamos de derechos políticos… el del voto, por ejemplo. En casi todo el mundo era la misma canción… por cierto, la música que empezamos a adoptar como nuestra -el rock sobre todo- fue calificada de malévola y perniciosa.

En países desarrollados y ricos en los que no había pobreza extrema y se gozaba de una vida democrática, la protesta se desplegó fundamentalmente en contra de ciertos estilos de vida, de convivencia social e internacional. Los jóvenes rechazaban la sociedad de consumo, el racismo y la guerra (¡Amor y Paz!). En los países subdesarrollados o “en vías de desarrollo” (es decir pobres) y con una democracia de a mentiritas, México por ejemplo, el movimiento se orientó hacia reivindicaciones relacionadas con la antidemocracia, la represión, la pobreza, y la libertad de quienes estaban presos por razones políticas.

Empezamos por marcar nuestra raya entre nuestro mundo y el de los adultos; comenzamos a vestirnos como se nos dio la gana: las mujeres nos pusimos pantalones, los hombres dejaron de ir a la peluquería; ambos –hombres y mujeres- nos colgamos collares de semillas, cambiamos las mochilas por morrales (¡las mochilas “de antes” eran horribles…!); dejamos de bailar en pareja y empezamos a hacerlo colectivamente ¡dando saltos y alzando los brazos con plena libertad! Sobre todo, con más ganas que ninguna otra cosa, los jóvenes del ’68 alzamos la voz… en el comedor de nuestra casa, en las aulas de preparatorias y universidades… y en las calles… y muchos adultos, y ancianos también, se nos unieron porque algo de todo aquello también les molestaba a ellos desde hacía años.

Pese a que la represión del 2 de octubre nos llenó de dolor y provocó que, por un lapso (no muy largo) las cosas –nuestras cosas- caminaran como en cámara lenta, 1968 fue una época más festiva que trágica, más de logros que de pérdidas… En México la democracia tardó un poco en empezar a construirse (todavía estamos en eso), pero con todo y los errores graves que evidentemente cometimos… justamente por ser jóvenes, mostramos que éramos capaces de cambiar el mundo… Y algo cambiamos, para nosotros y para los que nos siguieron.

A mis alumnos de la Facultad de Pedagogía de la UV
A los Jóvenes del ’68, los que murieron y los que aún vivimos